La Iglesia fue la única autoridad que se enfrentó a los Bárbaros, y los Obispos fueron, cada uno para su ciudad el defensor civitatis o defensor de la ciudad. Varios como San Nicasio de Reims, muerto por los Vándalos en 407, pagaron con su vida la defensa de su pueblo. Los más, como San Lope en Troyes y San Aniano, en Orleáns, preservaron de la ruina a su ciudad. En Paris, Santa Genoveva, salvó la población con sus oraciones.
En cuanto a los Bá rbaros que lejos de destruir pretendían establecerse en las tierras romanas por ejemplo: Los Francos, hallaron en los Obispos a los educadores que necesitaban. Solemne encuentro fue aquel en que los vencedores recibieron de los vencidos la luz de la fe y los beneficios de la civilización.