La Redención y el Reino de Dios
¿Para qué vino Jesús al mundo?
Muchos dirán: "Jesús vino para salvarnos del pecado".
Pero, ¿te has puesto a pensar en todo lo que eso significa, en el
sentido completo de la palabra "salvación"?
Jesús vino al mundo esencialmente por dos motivos: por
Dios y por la criatura.
Veamos una parábola que nos ilustra más claramente
esta gran verdad:
Parábola del Rey, el Hijo y el Obrero
"Un rey contrató un obrero que amaba
muchísimo para que le pintara y adornara
su habitación real, pero el obrero no
quiso hacer lo que debía, y no sólo
no pintó y adornó la habitación del
rey, sino que comenzó a destruirla y
echarla abajo. Cuando el rey se dio
cuenta de lo que hizo y lo que no hizo
aquél hombre, por su justicia se vio
obligado a condenar a muerte aquél inicuo
obrero, pero el hijo del rey, lleno
de amor por aquél hombre, decidió, con
el consentimiento de su Padre, reconstruir
la habitación del rey y pintarla y adornarla
como a su padre le gusta, y recibir
en sí mismo la condena que merecía el
obrero; luego, el hijo del rey le dio
a ese hombre todos los méritos que él
debía recibir al haber hecho siempre
la voluntad de su padre amadísimo, y
murió feliz al saber que un día aquél
obrero iba a tomar todos los bienes
que había adquirido para él, convirtiendo
a aquél obrero en 'hijo del rey'."
Ahora bien:
Como podemos
darnos cuenta, el obrero es el hombre,
el rey es el Padre Celestial y el hijo
del rey es Jesús.
El hombre, antes de pecar, era perfecta
"imagen y semejanza de Dios"
, es decir, que si Dios
es eterno, el hombre también era eterno; si Dios es perfecto, el hombre
también era perfecto; si Dios es omnipotente, el hombre también lo
era, pues todo lo que el hombre quería lo podía hacer, pues sólo quería
lo que Dios quería. Esto es lo que significa ser una perfecta "imagen
y semejanza de Dios". El hombre era un "pequeño Dios sobre la tierra",
pues como lo enseña nuestra amada Madre Iglesia, era por gracia todo
lo que Dios es por naturaleza, ya que poseía la Voluntad de Dios como
vida, su voluntad humana era una sola con la Voluntad de Dios. Lo
que Dios quería, lo quería el hombre con la misma intensidad y potencia.
Dios le había dado al hombre la creación
como habitación, así como al hombre lo creó para que fuera la habitación
de Dios.
Y Dios, siendo amor y no sabiendo hacer otra cosa
más que amar, le mandaba su amor al hombre a través de muchos medios,
para que a su vez, el hombre le correspondiera con el mismo amor con
el que Dios lo amaba. Esos medios eran toda la creación, todos sus
actos, todas las circunstancias, en las que nuestro Creador se deleitaba
en hacer llover a torrentes su amor al hombre, y el hombre hacía feliz
a Dios, correspondiéndole a su amor perfectamente, dándole gloria
completa, infinita, pues amaba a Dios con la misma vida de su Voluntad
Divina que poseía en su alma; sus actos eran actos divinos, pues era
Dios mismo el que obraba en cada uno de sus actos; es por eso que
esos actos podían satisfacer en todo a Dios.
Pero cuando el hombre pecó, su voluntad
humana ya no estuvo unida con la Voluntad de Dios y perdió esa semejanza
con Dios
, ya no obraba como Dios, ya no era uno con Dios, ya
no le daba a Dios gloria perfecta y completa, pues sus actos ya no
llevaban el sello de lo divino, ya no era Dios quien obraba en sus
actos sino el hombre mismo, apartado de la Voluntad de Dios.
Pero Dios no iba a dejar que su maravillosa
obra maestra: el hombre, se quedara en el abismo de los males y la
gloria de Dios incompleta.
No, es por eso que de inmediato
nos anuncia la redención, en la que Dios mismo, descendiendo a la
tierra, nos libera del pecado, nos hace resucitar y nos abre las puertas
del cielo, dándole al mismo tiempo perfecta gloria a Dios.
Jesús vino para darle la gloria completa
al Padre, que las criaturas le habían negado al apartarse de su Divina
Voluntad.
Vino a restituirle todo el amor, la adoración, el
homenaje, que todos deberíamos haberle dado y no le dimos. En fin,
vino para corresponderle por todos, haciendo lo que cada uno de nosotros
debía haber hecho. Esto lo podemos comparar en la parábola con el
hijo del rey que pinta, adorna y embellece la habitación del rey,
haciendo lo que debía haber hecho el obrero.
Pero también vino por las criaturas.
El hombre, por haberse apartado de la Voluntad de Dios, haciendo la
suya, desobedeciéndole a aquél que lo creó, le dio muerte a la vida
divina que tenía en su alma, por eso merecía la muerte; con su pecado
se le habían cerrado las puertas del cielo y alguien tenía que salvarlo
de la muerte eterna, no podía ser él mismo. Entonces, ¿quien sería?
El mismo Dios, en la segunda persona de la Santísima Trinidad, Jesús,
que se hizo verdadero Dios y verdadero hombre, como lo enseña la Iglesia.
Jesús vino a reconstruir el interior del hombre y devolvernos
todo lo que habíamos perdido, la vida divina, el cielo; nos dio
todos los méritos que había adquirido para nosotros, para que
volviéramos a
entrar al orden, al puesto y a la finalidad para la cual fuimos creados.
Fiat Voluntas tua sicut in caelo et in terra