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HOMILIAS sobre "El Arbol de la Vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal"


Padre Pedro Rubio hdv

HOMILIA I. (Mt 23,27-32) 30/08/1999.



"El Espíritu del señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la buena nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lc 4,18)

La profecía del profeta Isaías: La sabiduría infinita de Dios desde toda la eternidad dijo a Isaías estas palabras para que un día él las dijera, y para que sucedieran las cosas que tenían que suceder y se cumpliera, porque es palabra de Dios. "Hoy se ha cumplido esta Escritura" (Lc 4,17).

La importancia de esta profecía: Debemos meditar bien para entender qué es lo que se cumplió, qué es lo que Dios quiso y a qué vino Jesús, es entender en qué consiste la Redención, la cual siempre va unida a la Creación y a la Santificación.

La plenitud del cumplimiento de estas palabras viene a ser el Reino de Dios. "Me ha enviado a anunciar a los pobres una feliz noticia", ya que esto es palabra de Dios mismo, es infalible el cumplimiento de este anuncio, estas palabras son decreto eterno: "proclamar a los prisioneros la liberación, darle la vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos".

Jesús vino a redimirnos del pecado, pues estábamos en la esclavitud, y viene a proclamar a los oprimidos la liberación, la cual viene a través de la luz que consiste en ver el amor de Dios.

Siempre los problemas, tentaciones, miedos, debilidades, miserias, noches obscuras, etc., son tinieblas (falta de luz), y somos esclavos de las tinieblas. Comer del árbol del bien y del mal nos hace juzgar a nuestro modo cuál es el bien y el mal, y no nos deja ver la verdad. En el paraíso y en la Divina Voluntad, nosotros debemos ver sólo la belleza de todo, aun en las cosas que aparentemente no son bellas (recordar la parábola de la rosa), la causa de no ver las cosas así, es el no querer ver la luz ni entender. Si estamos atrapados en muchas de las cosas porque no las entendemos, tanto en el plano personal, como en el entendimiento del Reino de Dios, es porque no tenemos la mirada fija en que "Dios es amor" (I Jn 4,8), lo cual es la esencia de la luz. En la Divina Voluntad tenemos la gracia de poder ver la luz; a veces la luz es tan cegadora que no podemos ver su contenido, pues para poder ver se necesitan dos luces: la luz que Dios pone y la luz que hay en nuestros ojos; de parte de Dios, esta luz ya está, de parte nuestra debemos tener la mirada fija en la luz.

La turbación: Cuando nos vienen las turbaciones, lo cual es natural, nunca nos deben asustar, basta sólo encender la luz y centrarnos en el "yo sé que Dios me ama", no importando la clase de turbación que sea (miedo, falta de entendimiento, etc.).

La liberación no es otra cosa que encender la luz. Si nosotros somos imagen y semejanza de Dios, y Dios es Luz, Espíritu purísimo, nosotros somos luz, espíritu purísimo, pero a veces con la luz apagada; la liberación consiste en que se encienda la luz.

Cualquier cosa, no importa la que sea, por más santa que sea, si nos turba, no es de Dios; no es que lo que esté pasando, lo que vimos o lo que leímos, no sea de Dios, lo que no es de Dios es el modo en el que lo estamos viendo, y si seguimos en eso, estamos esclavizándonos en las tinieblas.

Orgullo y soberbia: Si después del pecado nos mantenemos turbados, es porque hay mucho orgullo en nosotros, mucha soberbia, porque no creemos en el Misericordioso e Infinito de Dios. Si creemos en la Verdad, lo cual significa reconocerla, ver la luz, entonces, incluso después del pecado, nos llenaremos de gozo, no por el pecado, sino por la gracia de Dios. Si nos turbamos porque no entendemos lo que leemos, es porque pensamos en "yo"... "yo" quiero entender, y eso nos lleva a la soberbia y al orgullo, sólo debemos buscar la gloria de Dios y no nuestro gusto personal. Si nos impacientamos, estamos dejando de ver la luz y la Voluntad de Dios, estamos siendo esclavos de nosotros mismos y de nuestras impaciencias.

Cruces: Cuando el alma es paciente, Dios sabe que le puede dar más cruces, pero cruces divinas, de las cuales la más tremenda es la privación.

Lo más difícil en el camino de la vida espiritual es que con la luz comencemos, cada vez más, a ver nuestras miserias; pero esto nunca debe turbarnos, sino al contrario, debemos lanzarnos a la misericordia de Dios. "Ver, pensar y juzgar, es la misma cosa": el 99% de las veces nos equivocamos cuando juzgamos, y no podemos pretender estar siempre en el 1%, por lo que debemos siempre ver las cualidades, lo bello de los demás y justificarlos.

En el Reino de Dios no podemos permitir mantenernos turbados ni en tinieblas, ni en tristezas (una persona que está triste todo el día, está llena de orgullo y de soberbia). Dios con su luz nos muestra nuestra miseria, pero no para que nos quedemos mirándonos a nosotros mismos; no obstante, nosotros quisiéramos hacer más por Dios, ser más santos, en lo cual puede entrar también mucho orgullo y soberbia; hay más libertad, sencillez y humildad reconociendo que somos nada, que nada podemos hacer y que somos peor que la nada, pero que Dios nos ama.