Después de este breve resumen sobre los Padres de los primeros siglos del cristianismo, resulta impresionante comprobar cómo los Santos Padres supieron fecundar con el mensaje evangélico la cultura clásica: griega y latina; en algunos casos fueron creadores de culturas, como en Armenia, en Etiopía y en Siria; y cómo sentaron las bases para la gran floración de la época medieval, pues prepararon la inserción de los pueblos germánicos en la raíz del evangelio, pertenecientes a una tradición cultural completamente diversa.
Si quisiéramos resumir las razones que nos motivan a estudiar las obras de los Padres, podríamos decir que ellos fueron, después de los apóstoles, como dijo San Agustín, los sembradores, los regadores, los constructores, los pastores y los alimentadores de la Iglesia, que pudo crecer gracias a su acción vigilante e incansable. Para que la iglesia continúe creciendo es indispensable conocer a fondo su doctrina y su obra que se distingue por ser al mismo tiempo pastoral y teológica, catequética y cultural, espiritual y social; y se puede decir, única con respecto a cuanto ha sucedido en otras épocas de la historia.