Los escritos de los Padres apostólicos, por su contenido y expresión, demuestran íntimas relaciones con la Sagrada Escritura y, sobre todo, con las cartas de los apóstoles. A semejanza de éstas, están redactados en griego, y tienen, en general, la forma epistolar; por esta razón pueden clasificarse bajo la denominación general de "literatura pastoral" de la Iglesia primitiva. La gran unidad y relación entre todos estos escritos se debe a su origen: Un mismo Espíritu es quien dicta.
Los autores se esfuerzan por explicar a los fieles, con palabras claras y sencillas, la magnificencia de la obra salvífica de Cristo; inculcan el deber de la obediencia hacia los superiores eclesiásticos; y previenen contra el peligro de la herejía y del cisma. Pero aún está distante de los Padres apostólicos el pensamiento de formular los principios fundamentales del cristianismo en forma científica, o la doctrina de un dogma particular; esto será obra de los apologistas del siglo II.
Sus escritos, sin embargo, tienen un valor extraordinario por ser los monumentos más antiguos de la Tradición en materia de Fe y de costumbres.
Los escritos que hasta hoy se conservan de los Padres apostólicos son:
La Didaché,
la Epístola de San Clemente de Roma a los Corintios,
las siete cartas de San Ignacio de Antioquía,
los fragmentos de Papías de Hierápolis,
la Epístola de San Policarpo de Esmirna a los Filipenses,
el Pastor de Hermas, y
la Epístola de Bernabé.