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Los que ‘no tiran la toalla’

(c) Revista Miércoles - El Heraldo
Barranquilla, miércoles 26 de diciembre del 2007
Fuente Original: El Heraldo

 

Por Katia Díaz Silvera
Fotos Johnny Olivares

Con la fecha de su registro civil, Jesús celebró por primera vez su cumpleaños cuando tenía once. Con la llegada de los regalos y el aprendizaje de los villancicos, Mario supo qué era la Navidad. Con la maravillosa oportunidad que le ha dado la vida, José entendió que Dios existe.

Ellos son una pequeña muestra de niños maltratados, desplazados por la violencia o habitantes de la calle, que durante la primera etapa de su vida estuvieron marginados además de la vivienda, educación y alimentación, también de fechas especiales y fantasías ligadas a la niñez, como creerse superhéroes.

En cambio, maduraron cuando a los cinco años experimentaron una borrachera. Cuando a los siete veían a unos cuantos de sus familiares ‘caer’, forzándolos junto con los más grandes a salir de sus pueblos. Cuando desde bebés fueron azotados por la ira de los padres.

Sin querer, recurrieron a las calles, algo menos malo que el calvario que vivieron al sumarse a la gran cantidad de víctimas silenciosas que la sociedad generalmente desconoce.

Una minoría es la afortunada al encontrar un hogar en el que se les brinda asistencia social y donde por primera vez se involucran con la educación, centrada en los valores cristianos. Así lo hace la Fundación Futuros Valores (obra que pertenece a la comunidad Hijos de la Divina Voluntad), a la cual llegan niños víctimas de maltrato infantil, abusados sexualmente y habitantes de la calle.

“Cada niño que llega a esta fundación es diferente. Sobre él se ejerce un plan individual”, menciona Dessy Henríquez, directora del programa educativo.

Los casos más increíbles de vulneración a nuestra niñez los palpa a diario esta abogada junto a un grupo de colaboradores que observa cómo un niño por primera vez se acuesta en una cama o se sienta en un sanitario, ve y utiliza un papel.

Ellos siguen siendo niños. Tienen la inquietud de aprender, les gusta; pero les cuesta trabajo estudiar. Sus comportamientos rebeldes son dominados con talleres, clases, charlas, actividades y el conocimiento de la palabra de Dios.




La personalidad rebelde con la que llega el niño a la Fundación es controlada a través de charlas, cursos, talleres que se llevan a cabo en espacios recreativos en los que se desenvuelven y que descubren una nueva vida.

“En la caracterización de los casos se ha encontrado que además de la situación de pobreza, la conjugación de la violencia intrafamiliar y la falta de afecto son las dos grandes causas que expulsan al niño del núcleo familiar”, menciona la directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar regional Atlántico, Emilia Fontalvo.

Es decir, que la problemática no es propia de los estratos sociales más bajos. Lo confirma un estudio realizado por el Icbf y la Unión Europea en 16 ciudades colombianas, que incluye Barranquilla y que determina que en las calles de nuestro país viven 4.457 niños.

El reporte muestra que el 81% de los niños se encuentra entre los 12 y 17 años y que 171 del total son menores de 7 años. La mayoría de ellos, de acuerdo a las entrevistas realizadas por el ente, manifestó realizar actividades como pedir limosnas, robar, vender cosas, reciclar o vender su cuerpo. El 29% admitió consumir drogas y un 12% afirmó haber sido víctima de abusos sexuales.

Nada alentador es el panorama, aunque ninguna ciudad de la Costa figure en los tres primeros lugares con niños en la calle. Lo cierto es que la problemática crece, y solo algunos de ellos encuentran refugio en estos hogares.

En Barranquilla es más frecuente encontrar a niños y niñas en situación de calle, es decir, utilizados en mendicidad y para trabajar, que tienen vínculos familiares y permanecen durante el día en la calle. “Generalmente es debido a las condiciones de pobreza y, culturalmente, la familia considera natural que ellos sean proveedores económicos para el sostenimiento del núcleo”, dice la funcionaria.

Actualmente, el hogar de la Fundación Futuros Valores alberga a más de sesenta niños varones, que aprenden el significado de la familia, la que le faltó a Manuelito, quien dejó el alcohol a los 11 años, cuando llegó al lugar.

“No me acuerdo desde cuándo tomaba, solo que mi mamá abría una botella de aguardiente y me la daba”, dice. Ahora tiene 16, se ha volado dos veces, ha regresado dos más por no gustarle lo que afuera ha encontrado.

“Ahora familia es lo que me sobra”, menciona conforme. “Disfruto del valor de esta temporada. Siento que si queremos salir adelante, no tenemos que tirar la toalla, y si es así hay que recogerla”. También revive sus sueños: “me gustan mucho las artes, por eso bailo. Pero quisiera una oportunidad en el fútbol… así como ‘El Pibe’ Valderrama”. Ríe.

Los nombres utilizados en este trabajo periodístico fueron cambiados para garantizar la protección
de los derechos de los niños.

NO AL MALTRATO

El Código de Infancia establece medidas de restablecimiento de derechos que pueden ser desde amonestación a los padres hasta la pérdida de la patria potestad, en caso de que los derechos de los niños sean vulnerados.

En 2007, el Bienestar Familiar Regional Atlántico le ha restablecido los derechos a 2.296 niños y niñas por maltrato físico(34%); maltrato por negligencia (31%); violencia sexual (7,5%); mendicidad (2,5%); y menor de la calle (2%).

futval@divvol.org