Abril
01
01
02
05
05
06
06
San Eutiquio de Constantinopla
06
07
09
10
11
13
14
14
16
17
21
23
23
24
24
San Antimo y compañeros mártires
25
25
Santo Hermano Pedro de San José de Betancurt
26
29
30
Aclaraciones * Mientras no se indique algo diferente, las narraciones de los Santos, han sido tomadas de la 4ta edición del "Año Cristiano" de Fray Justo Pérez de Urbel, publicada en 1951. (Ediciones FAX. Madrid, España) * Los santos canonizados en años posteriores, se tomarán de otras fuentes, y se irán añadiendo progresivamente al Santoral. Derechos Si alguien, reclamando los derechos legales de esta obra, o de las imágenes aquí utilizadas, desea que se suspenda su publicación, por favor diríjase a Correo HDV. |
SAN ANGILBERTO
Abad († 814) Memoria libre 18 de febrero
Fue uno de los pares de Carlomagno, guerrero, sabio, poeta, diplomático y abad. En la corte conoció y trató a los personajes famosos que rodeaban al restaurador del Imperio: al arzobispo Turpín, a Teodulfo, a Eginardo el canciller, al senescal Andulfo. Amaba las armas y las letras. En el campo de batalla vencía y desbarataba a los normandos; en la corte escuchaba las lecciones del maestro Alcuino. Era uno de los miembros más entusiastas de la academia palatina. Se hacía admirar por su valor, y querer por la viveza de su espíritu, por su generosidad y por su gentileza. Hay odas de sus companeros rebosantes de admiración y cariño, y lo poco que de él nos queda, en verso y en prosa, es buena prueba de la brillantez de su inteligencia y de la impetuosidad de su corazón. Achacábasele que amaba con exceso los espectáculos y los histriones, pecadillo de que hizo luego estrecha penitencia, cuando abandonó al emperador de la tierra para servir sólo al Emperador del Cielo. ¡Cómo se reiría, en el interior de la celda, del pomposo nombre de Homero que le daban en el palacio, haciendo alusión a su facilidad en la versificación! «Mi dulce Hornero», decíanle siempre Alcuino y Teodulfo. Angilberto llegó a ser yerno del emperador. La vieja crónica monacal nos ha conservado una sabrosa leyenda. El joven ministro era muy amado de una hija de su señor, que se llamaba Berta. Una noche quedáronse los dos charlando hora tras hora en el comedor del palacio de Aquisgrán. Al salir, advirtieron que el suelo estaba cubierto de nieve. Había nevado mucho en poco tiempo. Angilberto no se atrevió a marchar por temor de que las huellas revelasen su secreto. Entonces la princesa imaginó un piadoso engaño. Inclinóse, tomó en hombros a su amante y lo llevó hasta un pórtico cercano; pero Berta no se dio cuenta de que su padre, desde lo alto de un mirador, la veía vacilando bajo la pesada carga. Al día siguiente, Carlomagno reunió a sus áulicos en consejo, y, exponiéndoles el caso, pidióles su parecer. Todos hablaban de castigos terribles; pero el emperador, que sabía de juveniles flaquezas, los atajó diciendo: —Diríase que ignoráis que los hombres están sujetos a mil accidentes. Es necesario respetar las intenciones de la Providencia, que nunca se engaña y que trueca el mal en bien. Al punto mandó entrar al joven y luego a su hija, que apareció, dice la crónica, con el rostro cubierto de una deliciosa vergüenza. El emperador, tomando su mano, la puso entre las de Angilberto, y les señaló una rica dote: dominios, oro, plata, muebles y vestidos. El noble magnate pagó este rasgo generoso sirviendo al Imperio con fidelidad inviolable: una vez le vemos actuando de secretario imperial; otra rechazando a los daneses, que inquietaban la frontera del Norte; otra, llevando a Roma los despachos de su señor. Durante su permanencia en Italia, le escribía desde Tours el maestro Alcuino: «Sé sobrio en la comida y en la bebida, atento más a la salud que al placer. Todo lo excesivo es dañoso. Italia es un país insano, que cría malos alimentos: así que debes andar con mucho cuidado y vigilancia. Evita, sobre todo, la embriaguez; porque a causa del ardor del vino, suele asaltar a los incautos el fuego de la fiebre.» Tras estos consejos añadía el viejo patriarca de las letras carolingias: «Mi alma está llena de amargura por tu ausencia. ¡Oh, qué dulces tiempos aquellos en que ambos nos sentábamos junto a los estantes de los sabios, entre la abundancia de los libros, al lado de las grandes obras maestras!» También Angilberto tenía la añoranza de los libros y del silencio y de la paz monacal. Un buen día desapareció de la corte y fue a encerrarse en la abadía de Céntula. Todo su afán ahora era hacer penitencia de su vida anterior. «No hay elocuencia—dice su biógrafo—capaz de decir cómo atormentó y crucificó su cuerpo. Dijo adiós para siempre a los preciosos vestidos, a los delicados manjares, a la molicie del lecho. Su preocupación constante era lavar con lágrimas los errores pasados, leer, rezar, ayunar y salmodiar, y en estos ejercicios mereció oír la voz que le decía en el fondo de su alma: Tu pecado ha sido perdonado.» Nombrado abad, logró hacer de su monasterio una fortaleza de la religión, y a la vez un centro de cultura y civilización. Todo lo amplió y transformó, en todo puso el sello de su espíritu grande y generoso. Creó el tipo de la gran abadía colonizadora y civilizadora: los edificios monacales rodeados de gruesas murallas; tres basílicas, adornadas de mosaicos, de cruces, candelabros y cofres preciosos; trescientos monjes, que se sucedían en el coro para que nunca se interrumpiese la alabanza divina; casas para mil vasallos; departamentos para talleres y oficinas, pergamineros, fundidores, carpinteros y fabricadores de paños, de cuero o de cerveza; escuelas con becas para cien niños y hospederías para los altos señores y para los peregrinos sin nombre. La figura pálida, macerada por la penitencia, del antiguo cortesano, se movía sonriente en medio de aquel mundo que había sido creado por él. Veíasele en el coro, presidiendo la cohorte de los monjes; entre los niños, premiando a, los estudiosos; en el campo, departiendo paternalmente con los colonos y dándoles la limosna de su sonrisa y de su oro. Hasta que el Padre de familias le llamó para darle a él el galardón de sus trabajos. |
ASanta Adelaida de Italia (Dic) Adoración de los Santos Reyes (Ene) Santa Agape y Santa Quionia (Abr) San Agustín de Cantorbery (May) San Alejandro, el Carbonero (Ago) San Alfonso María de Ligorio (Ago) Santos Angeles custodios (Oct) San Aníbal María Di Francia (Jun) San Anselmo de Canterbury (Abr) San Antimo y compañeros mártires (Abr) San Antonio María Claret (Oct) Anunciación de la Santísima Virgen (Mar) Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael (Sep) La Asunción de nuestra Señora (Ago) «»
()Este santoral se encuentra en construcción. Con el tiempo iremos añadiendo otras vidas de santos. Ayúdenos a mejorarlo. Si ud. encuentra algún error en los textos de este santoral, le agradecemos reportarlo enviando un Email a Correo HDV. |